Opinión: ¿Estamos presenciando el regreso de las ciencias físicas después de la tecnología digital?

 


Por Patrice Caine, CEO de Thales Group


Hace más de diez años, Marc Andreessen escribió: "El software se está comiendo el mundo". Fue una frase histórica, ya que reflejaba la importancia de un cambio que marcó una era: la que vio a la tecnología digital —desde computadoras y teléfonos inteligentes hasta internet y la inteligencia artificial— revolucionar nuestra vida diaria y la forma en que funcionan nuestras economías.[1]


Este ciclo de transformación ha estado marcado por avances espectaculares, a menudo impulsados por startups capaces de remodelar sectores enteros en solo unos meses, gracias al poder de las herramientas digitales. Su velocidad de ejecución ha sido posible por la proliferación de fuentes de datos y por la disponibilidad de potentes infraestructuras de computación, que han permitido a las empresas pasar de la idea al producto producido en masa en tiempo récord, así como por la abundante financiación y las barreras de entrada relativamente bajas.


Sin embargo, este es un modelo finito. Se basa en un conjunto de condiciones que no se reproducirán en el futuro. 


Estamos entrando en una nueva era de innovación, donde los avances provendrán menos de los cambios en el uso que del progreso científico fundamental. La innovación se volverá más profunda y exigente.


Las tecnologías emergentes más prometedoras (la cuántica, la fusión nuclear, la biotecnología, los nuevos materiales, las interfaces cerebro-máquina...) están estrechamente vinculadas a un trabajo científico de muy alto nivel. Desarrollarlas requiere ciclos largos, infraestructuras complejas, habilidades raras y una financiación que pueda sostener varios años de incertidumbre antes de cualquier beneficio económico esperado. Ya no se trata solo de agilidad, ingenio de software o diseño de usuario: es un desafío para la ciencia aplicada.


Esto no significa el fin de la tecnología digital. Por el contrario, seguirá siendo una base esencial para diseñar, simular, industrializar y distribuir estas innovaciones. Pero la fuente de los avances se moverá hacia la vanguardia del conocimiento científico. No es un reemplazo, sino una convergencia: la del software y las ciencias físicas. Las herramientas digitales avanzadas, como la inteligencia artificial, ayudarán, por ejemplo, a producir nuevos materiales de forma más rápida y eficiente. A la inversa, el progreso en las ciencias físicas aumentará el potencial de las herramientas digitales, en particular de la IA.


No obstante, estamos presenciando un verdadero cambio de paradigma que está redefiniendo el mapa de las habilidades, los modelos económicos y los ecosistemas de innovación.

Europa tiene la suerte de haber podido preservar fabricantes que están en condiciones de tener éxito en esta nueva era, con un genuino ADN tecnológico y la capacidad de gestionar plazos largos. También se beneficia de una notable red académica y de una cultura científica que aún está viva, a pesar de una creciente falta de talento en ciertas áreas críticas.


Todavía es necesario crear las condiciones para este éxito. Esto significa tener un entorno regulatorio, fiscal y político estable y favorable, capaz de apoyar las inversiones a largo plazo. También implica mejorar los vínculos entre la investigación pública y las empresas privadas, y desarrollar una ambición europea cohesionada frente a las estrategias de poder desplegadas por ciertos estados.


El mundo no será menos digital mañana. Pero las grandes innovaciones vendrán cada vez más de empresas capaces de trabajar en estrecha colaboración con la investigación fundamental y de combinar las ciencias digitales y físicas. 


¿También vendrán cada vez más de Europa? Si se da los medios para aprovechar sus activos, el Viejo Continente, que en gran medida se ha perdido la revolución de las plataformas digitales de consumo, puede ser la punta de lanza de la revolución de la deep tech.

Por Patrice Caine, CEO de Thales Group


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